- ¿No te preocupa que esté allí abajo?
Tôya miró sobre su hombro un segundo. Sakura estaba en su puerta, jugando distraídamente con su pelo, sin mirarlo a él, por lo que siguió tecleando y mirando sus pantallas.
- Ya sabes que mientras esté fuera, no es peligroso. Allí abajo no hay nada que le pueda hacer daño.
- ¿Eso piensas? - Sakura resopló -. Allí hay cosas de cristal, metales... ¡Bisturís! ¡Y cables! ¿Qué pasa si pisa un charco electrificado?
Esta vez, Tôya se giró completamente, silla incluida.
- Y luego soy yo el hermano sobreprotector...
- Ugh... No quiero ser sobreprotectora, es sólo que es tan pequeña que... no sé...
- Tú no levantabas mucho más del suelo con ella cuando te colaste no en el laboratorio, sino en la sala Edén, que es peor. Y si no me fallan las cuentas, eras bastante más joven de edad que ella, - respondió Tôya, conteniendo una sonrisa de medio lado que pese a sus esfuerzos, no pasó desapercibida.
- A veces te odio, a ti y a esa cabeza tuya - fue la respuesta de ella, acompañada por un hinchamiento de mofletes y sacamiento de lengua.
- Yo también te quiero, cerecita - esta vez no hizo nada por ocultar la sonrisa.
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